La realidad es que nos pasa, y con mucha frecuencia...
El cuidado que debemos tener al hablar, corregir, ordenar hacer algo y hasta cuidar a nuestros esposos, es fundamental para evitar cruzar esa línea en que en algún momento se hace tan delgada que cambiamos los roles de esposas a madres.
Aun tengas un matrimonio joven, sin hijos, o ya sea que tengas varios años de casada y con niños en el hogar, presta atención, este artículo te puede ayudar.
Llegas a la casa y lo primero que te recibe es un par de zapatos en la entrada, continúas y encuentras la camisa en la puerta de la habitación, pasas al baño y la cortina está abierta, piso mojado y la pasta dental sin tapar. O luego de una exhaustiva limpieza, das media vuelta y encuentras que en tu cocina hubo fiesta y están todos los trastes sucios. ¿Te sentiste identificada? Tranquila, no has sido la única. En lugar de lanzar un grito procurando que el responsable del delito aparezca, es hora de respirar... ¿Qué hacer en estos casos?
Todas las casadas de alguna manera hemos lidiado con situaciones similares a estas, pero, si de algo estoy segura es que gritar no resuelve nada en lo absoluto.
Recordemos que el trato que damos a nuestros esposos es parte de nuestra sumisión a su liderazgo. Corregir de la manera correcta este tipo de situaciones viene como resultado de una práctica constante del amor y paciencia en la que desarrolles tu rol como esposa.
Pablo nos dice en Efesios 5:33 que debemos respetar a nuestros maridos, eso implica la forma en la que me dirijo hacía él, cómo a pesar de su falta (cualquiera que sea) puedo acercarme con amor y expresarle en lo que no estoy de acuerdo, y cómo podríamos mejorar dicha situación.
Debemos entender que nuestros hogares no son un centro militar donde respondes al llamado de tu autoridad con un "¡Si, Señor!" "Lo que usted diga, Señor!" pero tampoco es una guardería infantil donde impartes órdenes que esperas sean aceptadas y cumplidas, de preferencia inmediatamente.
Dios creó al hombre y a la mujer con distintos roles para que sean desarrollados de manera efectiva dentro del matrimonio, El nuestro como mujeres, es ser esa ayuda idónea que se somete a la autoridad de su esposo y que disfruta de ello, hace unas semanas hablábamos de lo deleitoso que es disfrutar de un matrimonio sin que se convierta en una carga, (si no has leído el post, puedes buscarlo en nuestra página)
Sara nos da un buen ejemplo, si leemos en 1ra. Pedro 3:5-6, vemos como ella manifestaba tanto respeto hacía su esposo que le reconocía como Señor, representando así la autoridad que El tenía en su vida.
El autor Wayne Mack en su libro "Fortaleciendo el matrimonio" (muy bueno, recomendadísimo) cita la opinión del señor Bill Gothard sobre nuestro carácter y sujeción como un concepto de algo positivo y no negativo, enfatiza más lo que se debe hacer que lo que no debe hacer, y lo resume diciendo lo siguiente:
" La sumisión de la mujer significa que se considera parte del equipo de su marido y no su contrincante, tiene ideas, opiniones, deseos, pedidos y percepciones y con AMOR se los hace conocer. Sabe que los miembros del equipo deben apoyar y respetar al capitán en lugar de criticarlo, porque entonces habrá confusión y frustración.”
Si aún no tienes hijos, adoptar esta actitud de obediencia, sumisión y respeto hacia tu esposo, te dará la oportunidad de armonizar en un hogar en la que todos sus integrantes cumplan sus roles y que en un futuro muestres a tus hijos la importancia del amor y el respeto.
Si ya tienes hijos, ejercitarte en darle el lugar que a cada quien corresponde, recuerda que tu primer ministerio es ser esposa antes que madre, Si tus hijos ven que la misma manera en la que ordenas, llamas, corriges, y hasta prohíbes a tu esposo es igual a como lo haces con ellos, ocurrirá que ya no verán ninguna autoridad en él, y por lo tanto el respeto y obediencia de ellos a su padre se verá muy afectado.
Háblale a tu esposo con respeto, hay muchas maneras de corregir situaciones que te afecten, siéntate con él como adultos y sostengan una conversación que sea beneficiosa para ambos; no te olvides de las normas de cortesía, pide las cosas con un “por favor, permiso, gracias”…
Pide a Dios dirección, que ponga gracia en tus palabras, si te cuesta trabajo, ve con una mujer madura en la fe que pueda ayudarte en esto, y de esta manera edifiques y seas una bendición en tu hogar.
Escrito por: Katherine Ozuna